martes, 2 de diciembre de 2014

¿De dónde proviene la verdadera felicidad?

    Solamente dos tipos de personas están libres de ansiedad e inmersas en la dicha más elevada: El niño que no sabe nada, y el hombre que ha tomado consciencia del Ser Supremo y que está más allá de la influencia de los sentidos.




   El siguiente texto de la ciencia del Yoga es la esencia del libro sagrado Bhagavata Purana, donde el Señor Shri Krishna (un representante de nuestro Creador, como Cristo) expone el Yoga Supremo a su discípulo Uddhava.

   Las lecciones e historias de este libro sagrado ayudan a ver dónde está el Camino hacia la Felicidad. Recorrer este Camino es el yoga supremo.

Krishna enseña a Uddhava
   Shri Krisna dice: En este cuerpo humano, los hombres que han controlado su mente y sus sentidos, que practican el yoga, que están absortos en meditación, Me encuentran realmente a Mí, el Gobernante Supremo que no puede ser percibido por el intelecto.

   Para ilustrar este tema, cuenta una historia de tiempos remotos. Es una conversación entre el sabio Avadhuta y el rey Yadu, el de gran poder e inteligencia, hijo de Yayati y nieto de Nahusha, todos reyes poderosos de la raza lunar y antepasados de Shri Krishna".


LA HISTORIA DEL AVADHUTA

   El rey Yadu, que era versado en religión, vio a un joven Brahmana Sannyasin lleno de sabiduría, deambulando sin temor alguno. Entonces Yadu le hizo la siguiente pregunta:

   "¡Oh sabio! ¿Cómo pudiste obtener esta sabiduría por la que has sido capaz de dejar todos los apegos y puedes deambular como un niño, valientemente, en perfecta felicidad?

   Generalmente las personas hacen un gran esfuerzo para el logro de la virtud, la riqueza, la satisfacción de deseos y la inquisición sobre el Atman, solamente con el fin de obtener longevidad, fama y riqueza. Eres sano, lleno de sabiduría, diestro y de buen aspecto. Tu hablar es dulce y semejante al néctar, y aún así no trabajas ni te esfuerzas en lo más mínimo. Las personas en este mundo son abrasadas por el fuego de la lujuria y la codicia. Tú no estás afligido en absoluto por ese fuego. Pareces satisfecho y dichoso en el Ser, como un elefante sumergido en el agua fresca del río que no siente el calor del incendio de la ribera. Por favor, ilústrame respecto al origen de tu goce. Dime cómo obtienes felicidad, impasible ante los objetos de los sentidos y llevando una vida solitaria."

 
 Así interrogado por el inteligente Yadu que era devoto de los Brahmanas, el noble Brahmana habló al rey que se mantenía de pie con la cabeza inclinada en actitud de reverencia.

   El Brahmana dijo: "Muchos son mis maestros, ¡Oh rey!, a los que recurrí según mi entendimiento y con la sabiduría que asimilé de ellos, deambulo por esta tierra, libre de apegos. Escucha quiénes son.

   La tierra, el aire, el cielo (Akasha), el agua, el fuego, la luna, el sol, la paloma, la serpiente pitón, el mar, la polilla, la abeja, el elefante, el apicultor, el venado, el pez, la bailarina Pingala, el águila pescadora (Kurara), el niño, la doncella, el fabricante de flechas, la serpiente, la araña y el escarabajo son mis veinticuatro gurús a quienes he recurrido. He aprendido todas mis lecciones de sus rasgos característicos. Te contaré lo que aprendí de cada uno de ellos.

   Un hombre sabio no debe apartarse del sendero de la rectitud, aunque sea oprimido por criaturas que están bajo la dirección de la providencia. Esta tolerancia la he aprendido de la tierra. He aprendido de la montaña, que es una parte de la tierra, que todas nuestras acciones deben ser para el bien de otros, y que nuestra misma existencia es para el bien de otros. He aprendido del árbol, que es también una parte de la tierra, que debo estar a disposición de otros.

   El sabio debe estar contento con sólo mantener su vida. No debe desear lo que satisface a los sentidos, para no destruir su conocimiento y para que la mente no se disipe corriendo tras objetos inútiles.

   El yogui, al igual que el aire, no debe apegarse a las cosas. Su mente debe permanecer imperturbable ante las buenas o malas características de los objetos, del mismo modo en que el viento permanece inmune ante los buenos o malos olores de los objetos sobre los que sopla. El alma entra en el cuerpo, y los atributos del cuerpo parecen pertenecerle, pero eso no es cierto. El aire está cargado de olor pero el olor no es el atributo del aire. Esto he aprendido del aire exterior.

   He aprendido del Prana (aire vital) que uno debe comer para vivir y no vivir para comer. No debe comer para dar fuerza y alimento a los sentidos. La comida debe sólo ser suficiente como para mantener la llama de la vida.

   El Atman es omnipresente. No es afectada por el cuerpo ni los atributos corporales. Esto he aprendido del Akasha que todo lo penetra y que no es afectado por las nubes y demás objetos. Aunque el sabio viva en el cuerpo, debe considerar, mediante su identificación con el Ser o Atman, que todo lo penetra como el cielo (Akasha), que se extiende como el substrato o como el hilo de una guirnalda de flores a través de todos los objetos móviles e inmóviles, que no está sujeto a limitación alguna con respecto a tiempo y lugar, y que no es tocado por nada.

   El agua es naturalmente pura, suave y dulce. Así es el sabio entre los hombres. Él, al igual que el agua sagrada, purifica a otros por la simple mirada, el tacto o la repetición de Su nombre. Esto he aprendido del agua.

   Brillante, poderoso en conocimiento y radiante en su ascetismo, sin otro recipiente para la comida que el estómago, y comiendo todo como el fuego, el sabio no se contamina.

   Algunas veces pasa inadvertido. Otras veces es reconocido por aquellos que desean bienestar. Come el alimento que le ofrecen los devotos piadosos; y quema sus impurezas y males pasados y futuros.

   El fuego es uno y el mismo aunque arda con combustibles de varias clases. Así como el fuego arde en formas triangulares, rectangulares, circulares, etc. según la forma y el tamaño de la madera, también el Señor del universo, que ha creado el mundo y ha entrado en todos los seres, aparece en diferentes formas debido a los cuerpos (Upadhis) en los que reside. Él entra en este universo de objetos variados, altos y bajos, creados por Su propia Maya, y parece ser como cada uno de esos objetos, como lo hace el fuego en diferentes clases de combustible. Nacimiento y muerte son para el cuerpo y no para el Atman, y son causados por el tiempo, del mismo modo en que las llamas, pero no el fuego, están sujetas al cambio.

   Las fases creciente y menguante de la luna no se deben a un cambio en su sustancia o luminosidad, sino al hecho de que solamente una parte de los rayos del sol se refleja sobre ella. Aprendí, por lo tanto, que el nacimiento, el crecimiento, la decadencia y la muerte son estados del cuerpo y no del Atman que es ilimitada, sin nacimiento e inmortal. La luna permanece siempre igual, sólo hay un cambio aparente en ella debido a movimientos astronómicos.

   El sol absorbe el agua con sus rayos y la da en el momento oportuno. El sabio toma para dar, no para aumentar sus pertenencias. Del mismo modo que las imágenes del sol reflejado en varias tinajas de agua son muchas para el ignorante, también el Atman parece ser múltiple en los diferentes cuerpos debido a los Upadhis causados por el reflejo a través de la mente.

   Demasiado apego hacia algo trae dolor. Esto he aprendido de una pareja de palomas. En un bosque, sobre cierto árbol, un palomo hizo un nido y vivió allí con su compañera por unos años. Estaban muy apegados el uno al otro por amor. Criaron a sus pichones con gran cariño. Un día dejaron a sus críos en el nido y se fueron en busca de comida. Un cazador vino y atrapó a los pichones. Los padres regresaron y la madre que tenía demasiado cariño por los críos se arrojó a la red por propia voluntad. El palomo también se arrojó a la misma red. El cazador se fue a casa. 

   Así también, el hombre de familia, que no ha controlado sus sentidos y su mente, que sólo encuentra deleite en la vida de casado y mantiene su familia con intenso apego, llega al sufrimiento como las palomas (Kapotha y Kapothi)

   Los placeres obtenidos por los canales de los sentidos, ya sea en este mundo o en el otro, son pasajeros y efímeros. El hombre sabio nunca los desea.

   La inmensa serpiente Ajagara permanece donde está, contenta con cualquier comida que le venga. Como la Ajagara, uno no debe hacer ningún esfuerzo sino solamente tragar el bocado que le venga al azar. Si ninguna comida le llega, debe permanecer echado silencioso y sin esfuerzo por conseguirla; porque debe subsistir a base de lo que la providencia le traiga. Manteniendo aún así su cuerpo dotado de energía, valor y fuerza, debe permanecer tendido completamente despierto y no usar sus órganos.

   El sabio debe permanecer en calma, enigmático, difícil de sondear, ilimitado e inmóvil, manteniéndose tranquilo como el océano, sin perturbarse ante las circunstancias mundanas. Algunas veces el océano recibe grandes volúmenes de agua de los ríos, otras puede que no reciba nada de agua, pero permanece siempre igual. Así también, el sabio que ha establecido su corazón en el Señor, ni se hincha de júbilo cuando tiene abundantes objetos placenteros, ni se agobia de pena cuando no tiene nada.

   El hombre de sentidos indisciplinados, al ver a una mujer, la Maya de Dios (la fascinación creada por el Señor), es atraído por su comportamiento y pierde su visión correcta y termina sufriendo como la polilla que cae en el fuego. El Sannyasin no debe tocar la figura de madera de una mujer joven ni siquiera con sus pies. Si lo hiciese, sería atrapado como el elefante a través de su apego al contacto de la elefanta. 

   El sabio debe tomar alimento lo suficiente para su sustento, sin ser una carga para casa alguna, de la misma manera que la abeja que recoge miel de todas las flores. El sabio no debe guardar comida para la tarde o el día siguiente; las manos o el estómago deben ser su recipiente; no debe acaparar como la abeja. 

   El hombre inteligente debe extraer la esencia de todas las escrituras, grandes o pequeñas, como hace la abeja con las flores. 

   El avaro que acumula riqueza, no la da ni la disfruta. Todo lo que atesora con dificultad es llevado por otra persona, como el apicultor lleva la miel almacenada por las abejas.

   El asceta no debe escuchar música sensual. Debe aprender la lección del venado que, encantado por la música de los cazadores, es atrapado. El sabio Rishyashringa, nacido de los venados, escuchó la música sensual de las mujeres y fue atrapado por ellas fácilmente. 

   Así como un pez que es atraído por la carnada cae fácilmente víctima del cebo por medio del gancho, también el hombre necio que permite que su sentido del gusto lo domine, que se vuelve tonto ante los encantos del sabor y las exquisiteces debido a su inquieta y codiciosa lengua, se encuentra con la muerte. La lengua o el amor por el gusto es de lo más difícil de vencer. Si el sentido del gusto es controlado, todos los otros sentidos son controlados también. Uno no puede ganar maestría sobre sus órganos si no controla el órgano del gusto. No puede decirse de ningún hombre que haya conquistado sus sentidos a menos que su órgano del gusto esté totalmente controlado. Los hombres reflexivos dominan sus sentidos rápidamente por medio del ayuno.

   Tiempo atrás, en las ciudad de Videhas, había una mujer pública llamada Pingala. He aprendido algo de ella. Escúchalo, ¡Oh rey! Una noche, llevaba puesto un vestido hermoso y esperaba a la puerta de su casa para recibir a clientes y hacer su negocio. Invitó a algunos hombres pero los despachó pensando que algún otro hombre rico le pagaría mejor. Con este deseo esperó sin dormir a la puerta, entrando y saliendo, hasta que se hizo medianoche. Debido a esta ansiosa expectativa de dinero, pasó la noche en una fiebre de esperanza, preocupación y decepción. Sintió una aversión extrema hacia su vida de codicia y deseo que la había hecho desdichada.

   Totalmente decepcionada, cantó, ‘la indiferencia hacia los objetos mundanos. Uno no desea liberarse de la esclavitud del cuerpo hasta que no se disgusta con él, del mismo modo en que ningún hombre sin una visión de la verdad o el conocimiento puede liberarse de las nociones de yo y mío o desapegarse de los objetos’. Pingala dijo, ‘¡Oh, qué engañada estoy por la falta de control sobre mi mente! 

   En este pueblo de Videha, lleno de seres sabios, soy la única mujer que ha atado sus esperanzas, felicidad y deseos al cuerpo. Soy la única mujer tonta o perversa que busca otra fuente de disfrute u objeto de deseo que el Señor otorga: la experiencia del Ser.

   Acepto, con humilde devoción, este don del Señor: ver el camino hacia la felicidad. Abandono todas las expectativas vanas y tomo refugio en el Señor Supremo. 

   El Brahmana dijo, "Habiendo tomado esa determinación, Pingala fijó su mente en el Señor, abandonó todas las esperanzas y las expectativas debidas al deseo de recibir amantes, y se sentó en su cama con la mente serena. Abandonó todos esos deseos impuros que la preocupaban y se sintió feliz. Durmió profundamente con la mente tranquila. 
   
   Los deseos, las esperanzas y las expectativas son el origen del pesar. El abandono de toda expectativa y deseo (Vairagya) es la dicha más grande. Es el estado más feliz.   

   Un águila pescadora (Kurara - un ave de rapiña) llevaba un trozo de carne en el pico. Otras aves más fuertes que no tenían carne la atacaron, pero el Kurara dejó caer el trozo de carne y se sintió feliz. La renuncia a los objetos queridos es buena. Da paz.

   No me importan honor ni deshonor. No pienso en casa, esposa o niños. Retozo en el Atman, me deleito en el Atman, y vago por la tierra como un niño.

   Solamente dos tipos de personas están libres de ansiedad e inmersas en la dicha más elevada. El niño que no sabe nada, y el hombre que ha tomado conciencia del Ser Supremo y que está más allá de la influencia de las Gunas.

   En cierto lugar, una jovencita recibió visitantes que habían ido a su casa para pedirla en matrimonio. Debido a que sus familiares estaban ausentes, tuvo que atenderlos ella misma. Cuando estaba descascarando el arroz para preparar la comida, las pulseras de caracolitos que llevaba hicieron ruido. La niña pensó que las personas que estaban de visita podrían notar su pobre condición. Así que se sacó las pulseras dejando solamente dos en cada brazo. Pero también esas dos hicieron ruido. Así que retiró una más de cada lado. Ningún sonido se produjo entonces, a pesar de que continuó descascarando.

   Vagando por el mundo en busca de la Verdad y experiencias, aprendí de la niña las siguientes enseñanzas. Donde muchos viven juntos, hay pelea. Aún entre dos personas habrá ocasión para la discusión o el hablar. Por lo tanto, uno debe vivir solo como la pulsera en la muñeca de la niña.

   Después de controlar la respiración y practicar la firmeza de la postura, uno debe fijar la mente en el Ser Supremo. Debe estar alerta para mantener a la mente serena mediante la renuncia, la dedicación constante y la práctica sistemática. 

   Del mismo modo en que el fuego se agota cuando se consume el combustible, también la mente firmemente controlada se vuelve ajena a la diversidad, gradualmente se apacigua y logra tranquilidad por la falta del combustible de las impresiones sensorias que la alimentan. La mente totalmente abstraída en el Atman, no ve otra cosa, ni dentro ni fuera. Es como el fabricante de flechas que con su mente concentrada en hacer la flecha no vio al rey pasar junto a él. He aprendido la concentración de la mente del fabricante de flechas.

   El hombre sabio debe andar solo, tiene que estar siempre alerta y no debe exhibir sus méritos. Debe hablar lo menos posible.

   Así como la araña hace salir la tela desde su propio cuerpo, la extiende, juega en ella y la devora después, también el Señor crea el universo de Sí mismo a través de Su Maya, juega en él y lo absorbe dentro de Sí otra vez.

   Cualquiera sea la forma en que un hombre piense constantemente por amor, odio o miedo, esa es la forma que obtendrá debido a su intensa concentración en ella, como el gusano que se convierte en avispa.

   Así, he aprendido distintas enseñanzas de los veinticuatro maestros mencionados. Ahora escucha, ¡Oh rey!, lo que he aprendido de mi propio cuerpo. Mi cuerpo es también mi gurú. He aprendido de él la ecuanimidad, el discernimiento y el desapego. Siempre sufre cambios y es evanescente. Nace solamente para morir. La miseria constante es su suerte. Se convierte en el asiento del egoísmo. Uno tiene que esforzarse para satisfacer sus necesidades. Esto causa pesar y pena. Con su ayuda, reflexiono sobre la Verdad. Conozco la Verdad por un estudio exhaustivo del cuerpo. No lo miro como mío y, por lo tanto, no siento ningún apego por él. El cuerpo pertenece a los perros y los chacales que lo devoran tras la muerte.

   Buscando las comodidades del cuerpo, una persona mantiene esposa, animales domésticos, sirvientes, niños, casa y parientes, y amasa riqueza con gran dificultad. Este cuerpo muere al final, de la misma manera que un árbol, creando las semillas de un nuevo cuerpo.

   La lengua lo arrastra en una dirección y la sed en otra; el órgano de reproducción en otra; la piel, el estómago y las orejas aún en otra dirección; el sentido del olfato lo lleva hacia algún otro lado, los inconstantes ojos hacia otra cosa, la tendencia a trabajar lo lleva en otra dirección, cada órgano físico lo arrastra en una dirección de actividad diferente. Los sentidos chupan su misma vida como muchas esposas de un solo marido.

   El Señor creó distintos cuerpos como los de los árboles, los reptiles, las bestias, las aves, los insectos y los peces, pero no estuvo satisfecho con ellos. Entonces, creó el cuerpo humano, dotado de intelecto, para experimentar la conciencia de Brahman.

   El hombre sabio, habiendo obtenido este cuerpo humano  que, aunque pasajero y débil, es propicio para el logro de la emancipación final, debe esforzarse por lograr la liberación antes de caer presa de la muerte.

   Así, aprendiendo de mi cuerpo Vairagya, el disgusto o la aversión hacia los placeres mundanos y el conocimiento de la verdadera beatitud de mi naturaleza que es esencialmente divina, deambulo por este mundo sin egoísmo ni apego, iluminado con la luz de la verdadera sabiduría.

   El Brahmana, tras hablar así, se despidió de Yadu, quien le prestó la debida reverencia, y se fue. El rey Yadu, llevó a su corazón las instrucciones del sabio, abandonó todos los apegos, y logró ecuanimidad y paz mental".

Shri Krishna dijo: el hombre que ha tomado refugio en Mí debe cumplir con sus deberes como lo he enseñado y debe observar la conducta que corresponde a su casta y al orden de la vida o familia, sin apego y sin deseos.



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